“Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes, dales el
dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”.
Mateo 19, 21
dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”.
Mateo 19, 21
Pasar del evangelio a la vida y de la vida al evangelio
En Ucrania, las iglesias ortodoxas siempre han tenido en alta estima la vida monástica: monjes y ermitaños han permitido que crezca y perdure en oriente y que, desde ahí, resplandezca para el mundo entero. Siguiendo esta venerable tradición, nuestras comunidades monacales están organizadas a partir del singular testimonio de los santos padres que han encontrado a Cristo, en el corazón y en el espíritu, a través de la sencillez del claustro, de la reparación y de la devoción.
La esencia de la espiritualidad monástica ucraniana puede quedar resumida en una frase: el proceso de pasar del evangelio a la vida y de la vida al evangelio. Los monjes manifiestan este proceso en sus palabras, en su cotidianidad, en su trabajo y en sus parroquias, esforzándose por reflejar la dinámica de la primera comunidad cristiana apostólica y por vivir en perfecta caridad.
Así y ante todo, nuestras comunidades monacales son lugares de oración. Los monjes oran no sólo por sí mismos, sino por todos, por los vivos y por los difuntos. Como escribe el teólogo Vladímir Nikoláevich Losskij: "el trabajo espiritual de un monje, que vive en una comunidad, o de un ermitaño, retirado del mundo, conserva su valor para el universo entero, aunque permanezca oculto a la vista de todos".
Al mismo tiempo, están abiertas a las necesidades de quienes toquen a sus puertas, tanto espirituales como físicas, pues los monjes ven en cada ser humano la imagen de aquél que dijo: "Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron" (Mateo 25, 40).
De acuerdo con los ideales del antiguo monacato ucraniano y la regla de san Feodosij Manyavskij (Teodosio de Manyava), cada comunidad está formada idealmente por cuatro miembros (con un máximo de seis), lo que permite una dinámica cercana a la de los hogares comunes, tanto en lo económico como en las responsabilidades, y facilita la proximidad inmediata con los laicos.
La esencia de la espiritualidad monástica ucraniana puede quedar resumida en una frase: el proceso de pasar del evangelio a la vida y de la vida al evangelio. Los monjes manifiestan este proceso en sus palabras, en su cotidianidad, en su trabajo y en sus parroquias, esforzándose por reflejar la dinámica de la primera comunidad cristiana apostólica y por vivir en perfecta caridad.
Así y ante todo, nuestras comunidades monacales son lugares de oración. Los monjes oran no sólo por sí mismos, sino por todos, por los vivos y por los difuntos. Como escribe el teólogo Vladímir Nikoláevich Losskij: "el trabajo espiritual de un monje, que vive en una comunidad, o de un ermitaño, retirado del mundo, conserva su valor para el universo entero, aunque permanezca oculto a la vista de todos".
Al mismo tiempo, están abiertas a las necesidades de quienes toquen a sus puertas, tanto espirituales como físicas, pues los monjes ven en cada ser humano la imagen de aquél que dijo: "Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron" (Mateo 25, 40).
De acuerdo con los ideales del antiguo monacato ucraniano y la regla de san Feodosij Manyavskij (Teodosio de Manyava), cada comunidad está formada idealmente por cuatro miembros (con un máximo de seis), lo que permite una dinámica cercana a la de los hogares comunes, tanto en lo económico como en las responsabilidades, y facilita la proximidad inmediata con los laicos.